miércoles, 18 de febrero de 2015

Hombres y mujeres




Los sacerdotes afirman que hombres y mujeres son diferentes y que diferente es su misión.

Pero hombres y mujeres sólo son distintos en lo material. Los espíritus son iguales, e igual es su objetivo.

Resulta absurdo que las Iglesias tradicionales basen toda su organización en un factor exclusivamente material, como es la diferencia de sexos. En lugar de atender a lo que importa, que es sólo el espíritu, las Iglesias consideran que la pertenencia a uno u otro sexo es un factor determinante no sólo para la vida social sino también para la actuación en los terrenos más próximos a la vida espiritual.

Por el hecho de pasar por este mundo en un cuerpo de mujer, las Iglesias relegan a la mitad de los espíritus a un papel secundario y pasivo, las Iglesias se sienten capaces de clasificar a los espíritus en función de los genitales de los cuerpos, y, al mismo tiempo que predican humildad, actúan de un modo extremadamente arrogante y soberbio al asignarse el derecho a otorgar una mayor o menor importancia a los espíritus en función de los cuerpos, y al menospreciar a los espíritus apresados en cuerpos con genitales femeninos.

Y así, ya todo cuanto puedan predicar queda desvirtuado. Hablan de humildad mientras viven en el orgullo. Hablan de generosidad mientras practican la exclusión. Predican la igualdad mientras que ellos son el peor de los ejemplos, puesto que se consideran los llamados, los elegidos. Y lo consideran así porque, a su entender, tienen los genitales adecuados para ello. Han vinculado por completo su trayectoria vital – y la de los demás – a los genitales. A algo tan radicalmente material como los genitales.

Por más que hablen de humildad y de servicio, sus vidas están organizadas sobre la soberbia y el poder. La soberbia de creer que ellos mismos pueden dilucidar a quién llama Dios y a quién no. El poder de decidir quién puede “representar” a Dios y quién no, quién puede gobernar y quién no.

Al subrayar la diferencia material y postergar la igualdad espiritual, los sacerdotes en realidad en lugar de servir al auténtico Dios están haciendo un servicio al creador de la materia y contribuyendo a fortalecer su obra.

Los sacerdotes de las diversas religiones, en ese sistemático ejercicio de exclusión y relegación de la mujer, se han convertido en colaboradores del príncipe de este mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario