viernes, 12 de diciembre de 2014

El Bien y el Mal




Así como en nosotros existen dos mundos, el espíritu y la carne, así también en el universo hay dos principios de acción: el Bien y el Mal. El Bien es Dios; el Mal es Lucifer.
Nosotros, los humanos, somos emanación de estos dos principios. El hombre espiritual, el alma, es obra de Dios. El hombre material, el cuerpo, es hechura de Lucifer. Nuestra alma es divina y eterna. Nuestro cuerpo es perecedero. Los espíritus son de Dios; los cuerpos son del Maligno.

El Apocalipsis describe la lucha entre San Miguel y Lucifer. La antigua serpiente arrastró consigo la tercera parte de las estrellas, es decir, de ángeles, y los apresó en la Tierra.

El alma, creada por Dios, se encuentra apresada en la Tierra hasta que haya comprendido la vanidad de esta vida y desee retornar al Espíritu, recuperar su esencia divina. La envoltura corporal impide la salida del alma y reprime sus auténticos deseos de dejar la Tierra para pasar a un mundo más feliz. Las almas tienen que desmaterializarse hasta que se abra ante ellas la puerta de su verdadera patria.

La Tierra es el Infierno.
Si se contempla este mundo, son evidentes su imperfección, su miseria y su caducidad. La materia de la que está hecho es perecedera y es la causa de innumerables males y sufrimientos. La materia contiene en sí el principio de la muerte.
Todo lo visible material ha sido creado por Lucifer. Son suyas todas las cosas terrestres, él las gobierna e intenta conservarlas bajo su dominio.

Las almas proceden de la sustancia de la divinidad.
¿Qué es la vida terrenal? ¡Nada! Hay que pensar en la eternidad y afrontar con alegría la muerte.
La muerte no es sino el desprenderse de un vestido sucio, despojarse de él; hacer como la mariposa, que abandona la crisálida.
Ya los griegos llamaban al alma Psiche, es decir: mariposa.

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