domingo, 11 de agosto de 2013

Volver a la patria




Los Buenos Cristianos no podían concebir que el Dios de Amor permitiera la condenación eterna de uno solo de sus hijos.

El infierno eterno no puede existir.
El infierno, el reino del mal, es este mundo, corruptible y transitorio, y tendrá un fin.

La eternidad pertenece sólo a Dios, puesto que la eternidad, como el ser, como la bondad, pertenece a las categorías del Bien, y el Mal sólo puede manifestarse en el no-ser (el Nichil), lo provisional, lo temporal, lo vano.

La nada que es este mundo no es obra divina.
Sólo el árbol bueno da buen fruto. Sólo el árbol divino proporciona la eternidad.
Los malos tiempos de este mundo finito terminarán.
Las almas encarnadas tendrán una eternidad de gozo.
La nada regresará a la nada.
No habrá condenación eterna.

Existe otro mundo, incorruptible y eterno, de pura alegría y pura bondad.
El reino del que Cristo dijo: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18, 36).

Los cátaros, convencidos de que el Bien iba a triunfar, aguardaban con esperanza el regreso a la patria celestial.

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