lunes, 11 de febrero de 2013

Parzival




El Amor (Minne) del que hablaron los cátaros es la Memoria. El Amor del que hablaron los cátaros es el Recuerdo.
Parzival partió en busca de su padre y su Dios, y encontró el conocimiento sobre ambos en la Minne: el Recuerdo.
Completamente confiados, hemos de internarnos en la oscuridad, sabiendo que la luz brillará en medio de las tinieblas y que la búsqueda de Dios nos hará atravesar mares y montañas.
Creemos caminar sin rumbo, pero tenemos un objetivo: El Grial.
No recorremos a ciegas el camino, la Luz nos guía.
Para ver, hace falta tanto el ojo como la Luz.
Cuando más profunda sea la oscuridad, cuando más débiles sean nuestros sentidos, desplegaremos las alas del alma. Y desaparecerá el vértigo. Y veremos.


La Minne (Amor) conforta, porque en el recuerdo de su origen el hombre Minnende (Amante) reconoce su destino.
Cuando el hombre recibe el “consuelo” de la Minne (consuelo que requiere, primero, la búsqueda, el error y la lucha), se ha puesto un nuevo “hábito”: ha conseguido ser un “hijo de Dios”.
De aquí en adelante, el buscador queda ligado al objeto de la búsqueda. Queda ligado a Dios.
La búsqueda le ha aclarado los ojos, le ha hecho penetrar en los secretos, le ha hecho entender los misterios, le ha hecho conocer la esencia de la vida, le ha hecho alcanzar el espíritu.
Para ingresar en esa caballería, hay que ser “puro”.
Ésa es la razón por la que sólo Parzival pudo ver el Grial.

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