sábado, 15 de septiembre de 2012

Textos cátaros: El Libro de los Dos Principios. 5. Contradicciones




Hay quien nos objetará: "¿Por qué no admitimos la existencia de un solo Dios, creador y autor de todas las cosas, tanto las visibles como las invisibles?"

Únicamente un dios maligno ha podido crear el mundo visible.

Los hay que creen que sólo existe un creador, pero afirman que existe también otro señor: un señor malvado, príncipe de este mundo, el cual, dicen ellos, fue anteriormente una criatura del Dios bueno; pero seguidamente se corrompió y corrompió los elementos producidos por el Verdadero Dios.

Sin embargo, una buena criatura nunca habría corrompido los santos elementos del verdadero Dios.


Esta corrupción de los elementos producida por el Diablo, ¿tiene lugar por voluntad del Padre Santo, o en contra de su voluntad?

Si me contestan: "La corrupción de los santos elementos tuvo lugar por voluntad del Señor, ya que el Diablo no habría podido corromper los santos elementos contra la voluntad de Dios".

Ello implicaría que Dios tuvo una voluntad maligna, al haber querido que la corrupción afectase a sus santos elementos.

Si, en cambio, me dicen: "La corrupción se ha efectuado en los santos elementos contra la voluntad de Dios".

Entonces deben admitir que existe otro Principio, el del Mal, capaz de corromper los elementos del Creador Santo, aun en contra de su voluntad.
Pues la corrupción no habría podido producirse si no hubiera habido más que un Principio.
Si el Diablo hubiera sido creado por el Señor verdadero Dios, no habría podido violar la naturaleza de los santos elementos contra la voluntad de su Creador.


En conclusión: es cierto que existen dos Principios, uno bueno y otro malo; y este último es la causa de la corrupción de los santos elementos y también de todo mal.

Quizás, sin embargo, dirán de nuevo: "La corrupción de los santos elementos no tuvo lugar ni por la voluntad del Señor ni contra su voluntad, sino con su permiso, y porque Él la toleró".

Entonces, este Dios que habría dado una autorización maligna sería Él mismo la causa del mal, según lo que dijo el Apóstol: "Merecen la muerte no solamente aquéllos que hacen estas cosas, sino también aquéllos que aprueban a los que las hacen" (Ro. I, 32).


Es imposible pensar de esta manera refiriéndonos al verdadero Dios. Por lo tanto es preciso admitir que existe un Principio del Mal, que hace que el verdadero Dios deba tolerar y sufrir la corrupción que tiene lugar en sus elementos, absolutamente contra su voluntad.

El Dios verdadero nunca habría, por sí mismo, causado esta corrupción.

 

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