martes, 8 de mayo de 2012

Transfigúrame...



Transfigúrame. Señor, transfigúrame.
Traspáseme tu rayo rosa y blanco.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla
en tu más alta catedral.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de ti en tu gloria traspasado.

Pero a mí solo no. Como a los tuyos,
como a Moisés, fuego blanco de zarza,
como a Elías, carro de ardiente aluminio,
cada uno en su tienda, en ti acampados,
purifícame también a todos
los hijos de tu padre,
que te rezan contigo o te rezaron
o acaso ni una madre tuvieron
que les guiara a balbucir el padrenuestro.
Purifícame a todos, a todos transfigúralos.

Si acaso no te saben, o te dudan,
o te blasfeman, límpiales, piadoso,
como a ti la Verónica, su frente,
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean, Señor, y te conozcan;
espéjate en su río subterráneo,
dibújate en su alma
sin quitarles la santa libertad
de ser uno por uno tan suyos, tan distintos.

Que todos puedan en la misma nube,
vestidura de ti, tan sutilísima
fimbria de luz, despojarse y revestirse
de su figura vieja y en ti transfigurada.
Y a mí con ellos todos, te lo pido,
la frente prosternada hasta hundirla en el polvo,
a mí también, el último, Señor,
preserva mi figura, transfigúrame.
  
Gerardo Diego

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