viernes, 21 de octubre de 2011

Todo será Luz


Mucha gente cree que en el Más Allá se reencontrará con sus familiares, que Allá están, aguardándoles, sus padres fallecidos, sus abuelos, todo su núcleo familiar, como si el otro mundo no fuera a ser sino una continuación mejorada de éste.


Cuando se nos muere un ser querido, con frecuencia nos consuela pensar que lo volveremos a ver, y que incluso sigue a nuestro lado, guiándonos, ayudándonos...


Que se mantenga algún tipo de vínculo entre espíritus que en la Tierra hayan tenido una especial afinidad, cuando muera uno de ellos, es posible. Pero de eso a creer que, al morir, va a salir a nuestro encuentro nuestra familia, hay un trecho.


No hay ningún motivo para pensar que las relaciones familiares puedan mantenerse en el otro mundo. Las relaciones familiares vienen determinadas por la procreación, que es un hecho físico, y desaparecerán con la desaparición de su soporte físico. El ser humano no procrea almas. Las relaciones familiares son un accidente biológico.


Esas afirmaciones de personas que han estado a punto de morir y que nos cuentan que vieron a sus familiares fallecidos que venían a recogerles, problamente no son sino proyecciones de los propios deseos, recuerdos y expectativas. La familia es un hecho biológico y se acaba cuando la muerte pone fin al ciclo biológico.


La visión de un “Cielo” lleno de familias es una visión bastante terrenal del Más Allá.


Mateo XIX, 29:
“Y cualquiera que dejare casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, por mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna.”


La familia tiene importancia emocional e importancia social, pero no podemos creer que el ámbito del espíritu se organiza como nuestro mundo material. Nuestro espíritu existía antes de su encarnación en la Tierra, y seguirá existiendo tras la desencarnación que supone la muerte.


En nuestro breve paso por este mundo, amamos y desamamos, establecemos con seres como nosotros relaciones que, después de todo, responden exclusivamente a cuestiones accidentales, al hecho de nacer en determinado lugar, en determinada época, en determinado contexto.


La enseñanza cátara, como la de los antiguos eremitas, trasciende tiempo y espacio. Los cátaros como individuos concretos fueron exterminados, pero su enseñanza no pertenece a unos años ni a un país determinado. Su enseñanza apela al hombre en su más absoluta desnudez.


Quizás existe la reencarnación. Quizás el espíritu tenga, en esta Tierra, sucesivos contextos, sucesivos vínculos familiares, sucesivos afectos. Son afectos terrenales. Pasajeros, por muy profundos e inmutables que los creamos. Los llamados “Diez Mandamientos de la Ley de Dios”, que incluyen el honrar a los padres, esencialmente no son sino reglas básicas para regir la sociedad.


Pero el alma no se rige por leyes, por mandatos y prohibiciones, por premios y castigos. En el Más Allá el amor ya no será un lazo entre individuos concretos, sino la esencia misma de la vida del espíritu. El amor será Dios, y en Dios todos los espíritus. No habrá más patria que Dios. No habrá más familia que Dios. Patria y familia son conceptos terrenos.


En el Más Allá no habrá reglas, no habrá sociedades. La Luz de Dios lo inundará todo. Todo será Luz.

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