sábado, 23 de julio de 2011

Vino a los suyos, pero los suyos no lo conocieron


En el principio era la Luz. En el principio era la Vida. En el principio era la Felicidad.
En el principio era el enfrentamiento entre la Luz y la Oscuridad.
En esa lucha, partículas de luz se desprendieron del seno de Ésta y fueron apresadas por las sombras.
Eso somos nosotros, los hombres. Partículas de luz en el Valle de las Sombras. Chispas de espíritu presas en la materia.


Jesucristo es el enviado de la Luz que viene a recordarnos nuestro origen, a devolvernos la memoria de nosotros mismos, a señalarnos el camino de regreso al hogar.
Vino a los suyos, pero los suyos no le reconocieron.
Cegados por la sombra, no reconocemos la Luz. Embotados por la materia, no somos capaces de entender el mensaje del Espíritu.

“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros.”
(Juan, I, 14)

La Luz adoptó aspecto de sombra para poder ser visto por las sombras. El Espíritu tomó apariencia de materia para comunicarse con estos espíritus envueltos en materia que somos los hombres.
Pero, lastrados por la materia, cegados y ensordecidos por la materia, no somos capaces de entender al Mensajero.
El ruido del mundo nos impide escuchar el sonido del Verbo. Las sombras se espesan y no nos dejan ver la claridad.


El camino cátaro consiste en recuperar vista y oído para escuchar la Palabra que nos devuelve la conciencia de nosotros mismos, para ver el resplandor que nos indica la salida de esta prisión oscura que, equivocados, hemos creído que era nuestro lugar.
Jesucristo es el Mensajero, el Puente, el Salvador.
El camino cátaro consiste en cruzar ese puente, en tomar la mano que nos tiende el Enviado y atravesar con Él la puerta que separa las Sombras de la Luz.


“Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.”
(Mateo, XIII, 35)
Viene Jesucristo a revelarnos lo oculto, a declarar lo escondido, a recuperar lo perdido. A recordarnos lo que olvidamos cuando quedamos presos de esta creación material. A decirnos quiénes somos y cómo podemos regresar al lugar del que procedemos.


Jesucristo estuvo en la Tierra. Nos acompañó durante un breve periodo de tiempo. Pero su mensaje permanece. Jesucristo es la mano de Dios que se extiende hacia nosotros. Tomar esa mano significa establecer una relación de mutua ayuda. Nosotros lo necesitamos. Él nos necesita. El camino cátaro implica aceptar esa relación. Pedirle su ayuda y ofrecerle la nuestra. Luchar juntos. Luchar en el bando de Dios. Luchar contra las Sombras. Reconocernos como seres de Luz.

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